venerdì 17 agosto 2012

CELEBRAD Y CONFESAD VUESTRA FE
Carta del Ministro general, OFM,
a todas las Hermanas de la Orden de la Inmaculada Concepción de Santa Beatriz de Silva

“Seducida por el amor eterno de Dios, vive el misterio de Cristo desde la fe” (CCGG 4)

Queridas Hermanas Concepcionistas: ¡El Señor os dé la paz!”.

Al acercarme a vosotras este año en la fiesta de Santa Beatriz de Silva quiero unirme a las palabras del papa Benedicto XVI, que anunciando la convocatoria del Año de la fe nos recuerda “la exigencia de redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo” (PdF 2). Redescubrir y alimentar nuestra fe, confesarla y celebrarla, reanimarla y testimoniarla, con el anhelo de que vuestra relación con el Señor Jesucristo sea cada vez mas fuerte y viva (cf. PdF 15). 

De vuestra madre Santa Beatriz aprendéis esencialmente a vivir abrazadas y desposadas con Jesucristo, unidas a María Inmaculada en su consagración radical a Dios mediante la fe y el amor (cf. CCGG 25). Santa Beatriz fue mujer de fe, oyente dócil a las llamadas del Espíritu, abandonada amorosamente a la voluntad de Dios. Ella se mantuvo “a disposición de Cristo y de María en un acto de obediencia fielmente mantenido de por vida” (CCGG 32). Ella pertenece a ese grupo de hombres y mujeres que “por la fe… han consagrado su vida a Cristo, dejando todo para vivir en la sencillez evangélica la obediencia, la pobreza y la castidad” (PdF 13).

Al hablar de la fe, vuestra mirada se vuelve a nuestra Madre María Inmaculada, “modelo destacadísimo en la fe y en la caridad” (CCGG 31). En la contemplación y veneración del misterio de su Inmaculada Concepción profesáis y celebráis la fe en la Santísima Trinidad – Padre, Hijo y Espíritu Santo – y creéis en un solo Dios, que se reveló como Amor cuando el Padre en la plenitud de los tiempos, envió a su Hijo para nuestra salvación, quien por obra del Espíritu Santo se encarnó en el seno de la Virgen María, Tabernáculo puro e inmaculado (cf. PdF 1). María Inmaculada es así una confesión y celebración continua del misterio y de la actuación salvífica de la Santísima Trinidad. Por su fe, María, creyendo el anuncio del Ángel, acoge el amor infinito de Dios, responde a él con su Fiat, y colabora en la obra de Dios convirtiéndose en cauce de salvación para el género humano. Por su fe, María es la discípula y seguidora perfecta del Señor, estando a su lado junto a la cruz y participando de la vida nueva de su Resurrección (cf. PdF 13; CCGG 10). Ella acompaña y ayuda ahora vuestra fe, y viviendo sus actitudes queréis también vosotras recorrer el camino de la fe, que es el camino del seguimiento de Cristo (cf. CCGG 9).

Con María Inmaculada, y como Santa Beatriz, confesad, celebrad y testimoniad vuestra fe en Dios Padre. Vivid con la gozosa confianza de que es Él quien os ha pensado desde toda la eternidad, y os ha llamado y consagrado para vivir en comunión con Él. Recordad y celebrad continuamente que, a ejemplo de María y como en Santa Beatriz, vuestra vida sólo se entiende desde la elección amorosa de Dios, que seduce y desposa en fidelidad (cf. CCGG 70,1). Como “seducidas por el amor eterno de Dios” (CCGG 4), que vuestra fe sea gozosa en incesante acción gracias. Consagraos totalmente a Aquel que totalmente os ha consagrado a Él, pidiendo al “Padre de las luces” que os ilumine y conceda perseverar hasta el fin. Cada día Él está renovando su elección, inspirándoos con el don de la vocación, invitándoos a un encuentro amoroso denso y permanente. Creemos que Dios Padre trabaja siempre y realiza con fidelidad su obra en nosotros. Vuestra vida está llamada a testimoniar vuestra fe en Dios Padre, siendo una respuesta fiel a su llamada. Este testimonio en vosotras tiene un lugar privilegiado en la oración de contemplación y de alabanza. Mediante ellas proclamáis que creéis que Dios es el Padre de quien procede toda vida y toda salvación. Proclamad “como María… en actitud contemplativa la soberanía absoluta de Dios” (CCGG 15). La fe en Dios nos hace vivir confiados porque el Padre cuida de nosotros. El Ángel saluda a María con estas palabras: “Dios te salve, llena de gracia, el Señor está contigo”. Creyendo que el Señor está con nosotros, que su mirada es de gracia y benevolencia, podemos caminar con gozo y paz, sabiéndonos sostenidos por su corazón de Padre.

Con María Inmaculada, y como Santa Beatriz, confesad, celebrad y testimoniad vuestra fe en Jesucristo, el Hijo de Dios. Habéis sido llamadas a ser desposadas con Jesucristo nuestro Redentor; llamadas a ser introducidas por el Espíritu en una vinculación tan densa que os haga un solo espíritu con Cristo Esposo (cf. R 30).  El Papa nos invita a que durante este tiempo tengamos la mirada fija en Jesucristo “que inició y completa nuestra fe” (Hb 12,2). Desde el misterio de la Inmaculada Concepción de María vuestra vocación es contemplar continuamente al Señor Jesucristo, que en su Encarnación toma en el seno de María la carne de nuestra humanidad, compartiendo “con nosotros la debilidad humana para transformarla con el poder su resurrección” (PdF 13). Tened la mirada fija en Jesucristo nuestro Redentor, que por nuestra salvación se hizo pobre y humilde, el siervo de todos, amándonos hasta el extremo y dando la vida para compartir con nosotros la plenitud de su Resurrección. Vuestra vocación de desposorios con Jesucristo Redentor os inserta, pues, en la celebración del misterio Pascual, misterio de amor y de alianza eterna. Una vida así solo es posible en la fe, diariamente profesada, celebrada y renovada. Seducidas por el amor eterno de Dios, vuestra Orden de la Inmaculada y cada una de vosotras “vive el misterio de Cristo desde la fe” (CCGG 4). Confesad, celebrad y testimoniad vuestra fe en Jesucristo en la celebración litúrgica, en la vida de oración, en el seguimiento fiel de sus huellas. Hechas un solo espíritu con Cristo, uníos a Él en su adoración y alabanza al Padre, en su acción de gracias y en su oración de petición. Hechas un solo espíritu con Cristo, seguidle en su obediencia a Dios Padre, seguidle e imitadle en su humildad y pobreza, uníos a Él en su servicio amoroso (cf. R 8.15; CCGG 30), y así irá fortaleciéndose vuestra fe y toda vuestra vida será una confesión, celebración y testimonio de que Jesucristo es el Señor.

Con María Inmaculada, y como Santa Beatriz, confesad, celebrad y testimoniad vuestra fe en el Espíritu Santo. Vuestra vida comienza con la “inspiración y la llamada de Dios”. Comienza con la fuerza del Espíritu, que alienta y da vida. El Espíritu, que se posó sobre María Inmaculada para que engendrara al Hijo de Dios, sigue actuando en vuestra vida, para que en vosotras y a través vuestro se prolongue la acción de Dios en la historia de salvación y en la Iglesia (cf. CCGG 10-11). Creer en el Espíritu Santo es dejarse actuar y conducir por Él, dentro del carisma que Él ha suscitado en vuestros corazones, “manteniendo viva la lámpara que el Espíritu encendió en Santa Beatriz” (CCGG 7). Por ello, vuestra Regla con una expresión hondamente franciscana recuerda que las “Hermanas..., sobre todas las cosas, deben desear tener el espíritu del Señor” (R 30). Si por la escucha al Espíritu, Santa Beatriz “se puso a disposición de Cristo y de María” y de este acto de obediencia y fidelidad nació la Orden de la Inmaculada Concepción, vuestro gran deseo será también vivir atentas y dóciles al Espíritu, que os unirá a Cristo y a María, y os hará vivir como verdaderas Concepcionistas. Regeneradas y vivificadas por el Espíritu podréis también llevar espiritualmente en vuestro corazón y en vuestro cuerpo al Señor Jesucristo y darlo a luz por las obras santas (cf. 2CtaF 48-53). Vivid, queridas hermanas, confiadas en la acción salvadora del Espíritu. Que sea Él quien con su santa operación guíe vuestra vida de oración y contemplación, y viniendo en vuestra ayuda os haga clamar: ¡Abba, Padre! (cf. CCGG 70,2).

Con María Inmaculada, y como Santa Beatriz, alimentad vuestra fe con la Palabra. El Papa nos recuerda que el umbral de la “puerta de la fe” se cruza “cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma” (PdF 1). María es llamada “bienaventurada porque ha creído”, porque ha acogido la palabra del Ángel y creído su anuncio (cf. PdF 13.15). Escuchar, acoger y conservar la Palabra de Dios os concederá vivir habitadas por el Señor Jesucristo, que es la Palabra Viva. María conservando y meditando en su corazón la Palabra de Dios “guardaba fielmente en su corazón el misterio de su Hijo” (CCGG 77,1). Vuestras Constituciones os invitan a la lectura y meditación diaria del Evangelio y de las Sagradas Escrituras (cf. CCGG 77,1). Mediante una lectura orante de la Palabra el Espíritu actuará en vuestro corazón. Acogiendo la Palabra de Dios, el Espíritu hará vivo en vosotras a Quien la pronuncia y a Quien en ella se os entrega. Con la lectura orante de la Palabra descubriréis que el Señor tiene palabras de Vida eterna y aprenderéis a vivir confiando en Él.

Con María Inmaculada, y como Santa Beatriz, celebrad y alimentad vuestra fe con la oración y la contemplación.  Por la santa operación del Espíritu del Señor vuestra vida es íntegramente contemplativa, y vosotras abrís vuestro corazón a la escucha de la Palabra y a la celebración de la fe.  La oración celebra y sostiene nuestra fe. Como recuerdan vuestras Constituciones Generales, “En compañía de María, la Madre de Jesús, las concepcionistas permanecen en un mismo espíritu de oración, conscientes de que esto es lo único necesario” (CCGG 71,1). Y conscientes también de que “sólo por la oración incesante pueden conocer a Dios como a su único Esposo” (CCGG 71,2). Gracias a la oración podréis edificar con seguridad sobre roca: orando sin desfallecer vuestra fe será fuerte para superar cualquier dificultad (cf. CCGG 73,1). Permaneced, pues, fieles en la oración devota mediante la que vuestro corazón se orienta hacia Dios, apoyándose y descansando en Él. Celebrad y alimentad vuestra fe de manera especial en la celebración de la eucaristía, pues ella “realiza de un modo especial la comunión con Dios en Cristo” (CCGG 75) y os configura con Cristo Esposo y Redentor.  

Con María Inmaculada, y como Santa Beatriz, vivid vuestra fe en comunión de amor. Confesamos, celebramos y testimoniamos la fe como Iglesia. La fe es un acto personal, pero al mismo tiempo vivido en comunión con los hermanos y las hermanas (cf. PdF 10). Queremos vivir la fe en el seno de la comunidad cristiana, unidos a la fe de la Iglesia y de María. Necesitamos ayudarnos en la fe, compartir nuestra fe. Por ello, que vuestras comunidades sean comunidades creyentes, donde juntas confesáis y celebráis vuestra fe; que en vuestras comunidades reine el amor fruto de la fe en la Santísima Trinidad, Dios Amor y Comunión. La celebración de la fe se hace creíble cuando está acompañada por la celebración del amor. Trabajad para que vuestras comunidades sean lugares de acogida, de amor, de perdón, de ternura y de misericordia, donde se celebre en verdad la fe en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo. Si lo hacéis así, no dudéis que vuestras comunidades se convertirán en testimonios vivos de fe. Ayudaos comunitariamente, también, a profundizar en el conocimiento y comprensión cada vez más vivos de los contenidos de nuestra fe. María, que estuvo presente en el comienzo de la vida de fe de la comunidad cristiana, continúe alentando vuestra fe y vuestro amor.   

……………

Queridas Hermanas Concepcionistas: la fe es la base de una espiritualidad dinámica y en tensión que nos hace hijos de la tierra e hijos de cielo, místicos y profetas a la vez. Sin la fe es imposible una experiencia fuerte de Cristo, como pide nuestra vida y particularmente la de aquellas, como vosotras, que habéis escogido vivir enteramente para Dios. Que el año de la fe nos lleve a adherimos más a Cristo, a poner nuestro corazón constantemente en él y a transformarnos en él, de tal modo que, con nuestra vida y nuestras palabras, podamos ser sus discípulos y misioneros.

¡Feliz fiesta de Santa Beatriz!

Os acompañe en este camino mi bendición y mi abrazo fraterno. Vuestro hermano y siervo


Fr. José Rodríguez Carballo, ofm
Ministro general, OFM



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